‘C‘Caray’. La primera vez que alguien nos mencionó el nombre del restaurante que triunfa en los bajos del Hotel Fénix, en el barrio de Salamanca, a nuestra mente saltaron cual pop-up los recuerdos de nuestros tíos y padres, puro en mano, dilucidando el futuro del país en las eternas sobremesas de los domingos, entre broncas y carcajadas. Y es que la interjección, tan española ella, tiene ese sabor, a medio camino entre lo castizo y lo informal. Y así, exactamente así, es Caray (Hermosilla, 2). Un restaurante que nos ha ganado por lo estupendo de su cocina de raíces, por su natural elegancia y por su espíritu, a la par clásico y moderno. Un complejísimo equilibrio de virtudes, muy difícil de encontrar en un barrio en el que el ‘postureo’ ha hecho mucho daño, que redondea un precio más que justo (unos 45 € / pp.) por una cena de esas que debes reservar para una noche de las memorables.
¿Vamos?
Lo confesamos: solemos desconfiar de los restaurantes ‘pijos’. Muchos fiascos y muchos euros después de un sinfín de cenas nos han servido para constatar lo que seguramente ya sabes: en la mayoría de sitios de ‘postureo’ se come regular (o directamente mal) y se paga mucho. Una mala combinación que, no señor, no está justificada por aquello de ‘dejarse ver’: si vamos a gastar más, queremos comer mucho mejor (qué le vamos a hacer, es lo que tiene ser un ‘morro fino’).
Dicho esto, vamos a hablaros ya de una maravillosa excepción a la norma: Caray. Dirigido por el chef Miguel Ángel Román, del famoso y clásico restaurante La Montería, Caray es un restaurante muy elegante, con una decoración de inspiración clásica con protagonismo del dorado firmado por Lorenzo Castillo -uno de los mejores interioristas del mundo-, y una propuesta gastronómica tradicional con toques creativos, muy basada en productos de temporada de altísima calidad. Tenemos que destacar también la atención y el trato: educado, sin resultar pedante; cuidado, sin ser cargante y formal sin ser rancio. En definitiva: natural, genuino y ‘buenrrollero’ (¡qué difícil encontrar esto en un restaurante ‘exclusivo’!). Sólo tenemos un pero: el ambiente es un poco más maduro de lo que nos gusta a nosotros (especialmente a la hora de comer).
¿Y la carta? Destacan platos sencillos, pero finos, basados en productos y sabores muy reconocibles, como los boletus con huevo poché trufado, el rodaballo, los callos… Algunos tienen algún punto extra de creatividad, como las gambas a la gabardina invertida, el pulpo frito con puré de boniato, la perdiz al curry o el tartar de ciervo tostado. Muy recomendables los platos de caza y las frituras, de textura y ejecución perfecta. Mención especial para la carta de vinos y el encantador sumiller del restaurante, Valerio Carrera, que te ayudará a elegir al ‘novio’ perfecto para tu cena y a encontrar vinos originales y minoritarios (como nos gustan a nosotros) con los que gozar al máximo de la experiencia. Nosotros comimos con La Atalaya, un tinto de Albacete elaborado con garnacha tintorera para paladares arriesgados, como el nuestro, que buscan siempre el factor sorpresa: nos encantó.
– CARAY, PLATO A PLATO –
Nota: comidas y cenas empiezan siempre con un aperitivo (en nuestro caso un delicioso salmorejo) que se cobra a 5 € / persona.
Gambas a la gabardina invertida
Este sencillo plato solo necesita dos cosas: buen producto y fritura perfecta. Y en Caray bordan ambas: las gambas son grandes, jugosas y frescas y la fritura está justo en su punto, crujiente y nada, nada aceitosa. ¡Mmm!
Crujiente de mango y foie
Un plato espectacularmente presentado y bastante original, que está riquísimo simplemente por la calidad del foie que utiliza y su combinación con la textura crujiente de las láminas de hojaldre. Sin embargo, se echó de menos un poco más de presencia del mango, quizás algo falto de sabor.
Rodaballo salvaje
Un plato sencillísimo donde el buen producto es el protagonista absoluto. El rodaballo salvaje, muy fresco y con una textura perfecta, servido a la plancha, se acompaña de tomates, brotes verdes y mayonesa de ajo negro.
Pato azulón
El pato azulón se sirve de dos formas: los muslos guisados con una salsa de vino de sabor y textura perfecta, viciosa como pocas que hemos probado, y la jugosa pechuga cocinada a la plancha perfectamente en su punto, poquito hecha por dentro y churruscadita por fuera con su punto de sal.
Tartar de ciervo
Este tartar se sirve acompañado de 3 tipos de mostazas diferentes (ancienne, dijon y wasabi). Sorprende de inmediato por un intenso sabor a monte y a salvaje de la carne del ciervo, perfectamente identificable gracias a un aliño equilibrado que no enmascara su sabor. Un gran plato, eso sí, un poco contundente si no es para compartir.
Chocolate con chocolate
Una fina crema de chocolate con trocitos de brownie de chocolate y helado de chocolate blanco. El chocolate es de los más buenos que hemos probado en mucho tiempo, de esos que te devuelven a tu infancia, cuando rebañabas el molde de las tartas que preparaba mamá. Felicidad en vena para los chocolateros acérrimos como nosotros.
Espuma de coco con mango y lichis
Un postre muy, muy fresco y nada empalagoso, con una espuma de textura liviana y una golosa crema de mango. La mejor manera de cerrar una comida contundente.
¿Y tú? ¿Has estado en Caray? Déjanos tus comentarios y dudas más abajo. ¡Te responderemos encantados!
Hasta la semana que viene ?
Susana & Fabio
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