En ‘Eat & Love’ somos muy fans de los sabores exóticos: agridulces, especiados y picantes (¡sí, picantes!), nosotros no nos andamos con ‘chiquitas’. Queremos probarlo todo. Por eso, cuando llegaron a nuestros oídos las buenísimas críticas que el pequeño y discreto restaurante Vietnam (Huertas) estaba cosechando, no lo dudamos ni un momento e hicimos nuestra reserva.
Nos presentamos en Huertas un viernes por la noche con los deberes hechos: sabíamos que el Vietnam era ‘hijo’, en cierto sentido, del afamado restaurante asiático Sudestada -cuenta con uno de sus antiguos chefs-, que el local era más bien cutrecillo, pero su comida “auténtica” y sus precios “muy asequibles”. El Vietnam había llegado para ser, según algunos foodies, algo así como el equivalente ‘económico’ del Sudestada, en el que uno de nosotros estuvo hace tiempo. Entramos al restaurante dispuestos a comprobar si la excitación general era justificada o no y lo abandonamos satisfechos, pero no entusiasmados. Os lo contamos.
Las primeras impresiones nos confirmaron instantáneamente lo que habíamos leído. El local era un poco ‘cutre’ : las mesas se apretujaban en un espacio diminuto, la pintura estaba desconchada, la carta era un trozo de papel sin ninguna gracia, los palillos eran de plástico y el estilo excesivamente industrial del techo -con los conductos de ventilación al descubierto copando buena parte del espacio- se mataba con el clima pretendidamente cálido del restaurante. Pero sabíamos a lo que íbamos y no nos vinimos abajo: no siempre toca ir de ‘finolis’ y el Vietnam, a su manera, tiene su gracia. El personal, además, es encantador: el efusivo recibimiento que nos dio el jefe de sala -argentino- nos animó. Nos sentamos a la mesa expectantes y pedimos los platos más recomendados de una carta que no es muy extensa: rollitos Nem, sopa Pho Bo de ternera y fideos de arroz, fideos crocantes con cerdo y salsa de cacahuete (My Xao) y secreto de cerdo ibérico con fideos, vegetales y salsa de pescado (Bun Cha).
Los rollitos fueron un gran comienzo: el plato bandera de la gastronomía vietnamita no podía defraudarnos. Casi tan ricos como los del Sudestada, eran grandes, con una masa de arroz crujiente frita excelente, y rellenos de carne de cerdo picada de primera calidad y gambas. Se comen, por supuesto, a la manera tradicional: agregando hierbas aromáticas (hojas de cilantro y menta) y brotes de soja, enrollándolo todo con una hoja de lechuga y mojándolos en la salsa de pescado. Deliciosos.
La sopa, a pesar de estar calentita y sentar estupendamente en una noche de invierno, nos dejó -paradójicamente- un poco más fríos. La carne no estaba mal, y el caldo estaba pasable, aunque un poco soso (lo mejor, el toque de lima). Mejoró algo con el picante que pedimos aparte. Pero la preparación nos pareció repetitiva (cilantro, menta y brotes de soja otra vez) y, en general, aburrida.
Y llegan los segundos. La primera impresión fue buena; el secreto de cerdo ibérico estaba estupendo: jugoso y con un toque a brasa delicioso. Además, la cantidad era más que suficiente: de sobra para dos. El acompañamiento, sin embargo, volvía a repetirse: de nuevo cilantro, menta y brotes de soja, acompañados de salsa de pescado. Exactamente igual que los nem y muy parecido a la sopa. Además, los fideos de arroz del plato resulta que se servían completamente fríos. Suponemos que sería tradición de Vietnam, pero el contraste con el secreto ibérico no estaba muy conseguido.
Los fideos con cerdo y salsa de cacahuete (¡por fin un poco de variedad en los sabores!) que nos recomendó el camarero estaban buenos y sorprendían por su textura crujiente, poco usual en este tipo de platos. Sin embargo, tampoco nos relamimos los dedos con ellos: a la salsa, demasiado desvaída, le faltaba una textura más cremosa y consistente.
¿Y el postre? Un broche mediocre para la cena. Nos dieron sólo un par de opciones: elegimos esta tarta de queso con guayaba, presentada de forma bastante insulsa y de nuevo bien, pero sin más.
¿Conclusión? El Vietnam merece la pena como experiencia diferente en Madrid y ofrece, sin duda, unos platos respetuosos con la tradición de la cocina de su país y una materia prima de gran calidad. Pero su repetitiva cocina, basada al 90% en el cerdo y los mismos acompañamientos, no es ni remotamente comparable a Sudestada, que apuesta por una cocina fusión más sorprendente, con platos que se inspiran en ocasiones en la comida vietnamita, malaya o filipina, pero que en su mayor parte tienen una base tailandesa.
De todos modos, quizás nuestro desencanto no sea culpa del Vietnam y, simplemente, después de pasar una temporada en Tailandia y de conocer otros restaurantes fusión más atrevidos, la sencilla gastronomía vietnamita nos sabe a poco.
Algunos datos:
Nota Eat & Love: 3/5
Precio por persona: 25 € (sin vino)
Dirección: Huertas, 4
TLF: 917 55 31 26