Si últimamente has metido la nariz en algún dominical seguro que habrás tropezado con la expresión de moda en el mundillo ‘foodie’: “la cocina democrática”. La frasecita, que ha hecho fortuna entre los periodistas, viene a hablar de una nueva (y maravillosa) tendencia gastronómica que busca llevar la alta cocina a todos los públicos apostando por la informalidad y ajustando al máximo la relación calidad / precio de los platos. Vamos, algo así como alta cocina ‘prêt-à-porter’ (ya que estamos por adjetivar): (muy) buena, en un local (casi siempre) bonito y no precisamente barata, pero sí asequible. En esta línea hoy os presentamos Al Trapo (Gran Vía, en el Hotel de Las Letras), uno de los restaurantes que se han apuntado a la fiebre democratizadora y en el que, por unos 50 € (por persona) disfrutaréis de un festín de caprichos foodies en un ambiente a la par sibarita e informal. ¿Vamos?
Dirigido por el chef Paco Morales (con experiencia en El Bulli, Mugaritz y el Guggenheim) Al Trapo es un restaurante informal, pero sobrio: decorado en tonos blancos y madera (al estilo nórdico), la atmósfera destila la elegancia del Hotel de las Letras, rota a pinceladas por la vajilla rollo Ikea, las sillas de plástico y las mesas sin mantel. Su apuesta gastro pasa por una carta que trabaja con muy buenos productos, combinados con una creatividad delirante en preparaciones de inspiración castiza, europea y asiática.
¿Lo mejor?: en la sección de picoteo, los aireados de tortilla y el croissant de centollo y en cuanto a platos más contundentes, el riquísimo brioche con papada, cacahuetes y teriyaki y el pichón con fideos udon, setas y salsa de ostras. Muy recomendable también su excitante selección de quesos españoles.
Y ahora, vamos a nuestra cena.
– AL TRAPO, PLATO A PLATO –
Como siempre, queríamos probarlo todo, así que nos forramos a pedir medias raciones (no venían en la carta, pero nos las pusieron igualmente sin poner muchas pegas, ¡bien!). Las raciones en Al Trapo son mínimas, pequeños pecaditos de arte y placer: nosotros pedimos 8 platos para dos más postre y no salimos excesivamente llenos.
Empezamos con los aireados de tortilla con pimiento verde y anchoa, un clásico del restaurante a base de pan crujiente relleno de espuma de tortilla de patata, cubierto de un poco de pimiento y anchoa. Un sabor muy español pero con un acabado completamente renovado que nos gustó mucho a los dos, a pesar de que no somos nada fans del pimiento.
Seguimos con otro platillo tradicional reinventado: bollo preñao de chorizo con huevos de codorniz y huevas de trucha. Una mezcla sorprendente de mar y de montaña que, a pesar de la contundencia de la descripción, tiene un sabor bastante delicado. No fue, sin embargo, el plato que más nos sorprendió.
Para seguir abriendo boca nos lanzamos a por el croissant con centollo y mayonesa de kimchi que combina la textura del hojaldre con un relleno con intenso sabor a mar y el toque asiático del kimchi (col fermentada). ¡De lo mejor!
Después del picoteo gourmet pasamos a los segundos con un plato basado en las verduras: alcachofas salteadas con láminas de tocino ibérico, mayonesa de cebollino y migas crujientes. Una auténtica locura de sabores y texturas en boca que nos encantó.
Y, después de la tierra, nos pasamos al mar con la caballa curada con guacamole, cebolletas chinas, almendra y tomate. El plato tenía un aire muy fresco y mediterráneo y la caballa estaba muy sabrosa. También nos gustó mucho ; )
Y como el picante jamás puede faltar en una cena Eat & Love, nos lanzamos a por la pluma de cerdo ibérico macerada con fondo untuoso de jamón ibérico, guindilla y pak-choi (vegetal parecido a la acelga). Muy picante, y con una salsita espectacular, para mojar pan.
Seguimos con el toque asiático con el pichón con fideos udon, setas y salsa de ostras, otro plato riquísimo que combinaba la delicadeza de la carne de pichón con la potencia de la salsa china, todo ello muy bien ligado con los fideos.
Y para rematar, el plato que más nos gustó de la noche: brioche con papada de ibérico, cacahuetes y teriyaki, acompañado de hojas de menta. Uno de estos platos de fusión asiática que nos encantan, potente, sorprendente, fresco y muy goloso: orgásmico.
¿Y los postres? Como no nos decidíamos pedimos 3 pequeñas raciones (sí, reconocemos que en este punto se nos fue un poco la pinza: qué le vamos a hacer, ¡nos encanta comer!): frutos rojos con remolacha y regaliz; bizcocho molasses, helado de plátano caramelizado, crumble de café y granizado de ron; y mole poblano con bizcocho de tamarindo y helado de vainilla. De entre todos nos quedamos con el último: una reinvención muy creativa del clásico postre de chocolate que nos sorprendió mucho.
Y con esto nos despedimos por esta semana hasta nuestra próxima cita foodie. ¡Eat & Love!
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