Los foodies empedernidos, como nosotros, lo sabemos: comer no es sólo comer, qué va. Es viajar en el tiempo y en el espacio; resucitar mundos y personajes ya olvidados; repescar instantes de la memoria. Sonará exagerado (sí, nos hemos puesto romanticones), pero así lo vivimos nosotros: son muchas las historias que pueden cobrar vida en una mesa, y si esa mesa la sirve Carlos Zamora (Celso y Manolo, La Carmencita, El Italiano…), poco más hay que decir. Nos hemos escapado a saborear y gozar su última apertura, La Vaquería Montañesa, y hemos descubierto un local encantador, lleno de alma, recuerdos y, sobre todo, con un producto de primera a un precio estupendo. ¿Te animas a conocerlo con nosotros?
Carlos Zamora, cocinero y empresario cántaro, ya nos enamoró con el renacer neocastizo de La Carmencita y Celso y Manolo, dos espacios con conceptos (redondos, todo hay que decirlo) basados en un mismo espíritu: reivindicar con cariño nuestras raíces y el buen producto español (y todo ello, además, desde un total compromiso con la responsabilidad social).
Estos éxitos le han dado alas a Carlos para seguir apostando por la recuperación de locales emblemáticos y sabores auténticos. La última aventura de este empresario apasionado no es otra que La vaquería Montañesa: un restaurante en pleno barrio de Chamberí, ubicado en un local encantador que albergó una antigua vaquería (La Vaquería Suiza) desde el siglo XIX.
Nada más entrar por la puerta de La Vaquería, se siente la mano de Carlos. Las señas de identidad de todos sus proyectos están aquí: una decoración sencilla y sobria, pero muy cuidada, que conecta con nuestro pasado y una cocina tradicional, con raíces, muy basada en el producto, auténtico protagonista de la carta.
Y es que la propuesta gastro de La Vaquería Montañesa tiene mucho que ver con el origen de los productos que vamos a degustar en sus mesas: es un homenaje a esas vaquerías madrileñas, gestionadas por montañeses cántabros, cuyo oficio desapareció en 1972, cuando las vacas fueron expulsadas de la capital.
La carta recupera sabores perdidos en la memoria y productos tan selectos como el cabrito, el lechazo de oveja churra, o el pollo de corral, todos provenientes de explotaciones ecológicas y sostenibles regentadas por pequeños productores. Pero ojo, porque a pesar de su nombre, en La Vaquería Montañesa no se olvidan del mar: podrás disfrutar de algunos de los mejores pescados y mariscos procedentes de las lonjas cántabras.
Además, como en el resto de sus locales, en La Vaquería Montañesa se da un gran protagonismo a la barra: ahí vas a poder disfrutar de un picoteo sano y natural en base a delicias como los roasted vegetables y crudités con “salsas vacilonas” (preparados con las mejores verduras de la huerta de Tudela) o picoteo madrileño a base de rabas de Santander, “marisquete” y tomates de España. Y para degustar más calmadamente en mesa, propuestas más contundentes, como el frito de lechazo ecológico en taquitos crujientes, el roast beef de ternera ecológica con bechamel y patatas, los huevos fritos con morcillas de Burgos, los taquitos empanados de pez roca o el steak tartare de tomate. Los vinos, como no, también están muy cuidados: la carta está muy escogida y en ella destacan, sobre todo, su selección de vinos monovarietales, sus vinos ecológicos y naturales y alguna que otra referencia curiosa internacional.
Os contamos, como siempre, nuestra experiencia plato a plato.
– LA VAQUERÍA MONTAÑESA, PLATO A PLATO –
Croquetas con truco y de bogavante
¡Cómo nos gustan las croquetas! A costa de repetirnos, siempre tenemos que catar unas buenas croquetas si tienen fama, y estás están muy recomendadas (y con razón). Aquí tienen dos variedades: con ossobucco de ternera eco, leche eco y harina eco (todo muy ecológico) y de bogavante. Ambas están elaboradas con una bechamel de esas cremositas, contundentes y caseras que está inigualable (algo más rica y cremosa en el caso de las de ossobucco, que con su sabor a guisito casero nos conquistó). Quizás al rebozado le haría falta un toque más en el aceite (para ganar más consistencia crujiente), pero en cuanto a sabor y textura general, estaban tremendas.
Antipasti de la barra
Se trata de una selección de vegetales asados y crudités procedentes de la huerta Navarra (concretamente de la finca ecológica ‘La Trailla’), servidas con un toquecito de salsas “vacilonas”. Es un plato sencillo, pero lleno de sabor, en el que destacan por su potencia los tomatitos cherry y las cebollitas asadas.
Rabas de Santander
En un restaurante con raíces cántabras no puede faltar un clásico de los clásicos: las rabas de Santander. Se sirven con un rebozado bien crujientito y se acompañan con una salsa madrileña (una especie de mayonesa de ñoras) para untar. Si algo hay que destacar aquí es la calidad de la materia prima: nada que ver con los aros chiclosos de tantos otros sitios. Aquí se aprecia la textura tersa y el sabor de un calamar, calamar, bien fresquito.
Pulpo + curry (media ración)
Para continuar seguimos por el lado marino: el pulpo a la plancha nos encanta, y este tenía pintaza. Se sirve además de una forma original: con patata morada y crema de curry. El pulpo lo vale: nada gomoso y de textura perfecta por dentro, churruscadito por fuera y mucho sabor en general. Eso sí: el curry nos sobraba, ya que nos pareció que enmascaraba un poco el sabor del pulpo.
Picaña
No podíamos irnos de La Vaquería sin probar la carne, por supuesto. La picaña es un corte de la ternera poco apreciado por el público en general pero supuestamente muy querido por los carniceros. La carne utilizada proviene de vacas frisonas cántabras de explotaciones sostenibles, y se nota en su calidad: el sabor es muy intenso. Como pero, decir que a nosotros personalmente la carne de este corte nos resultó un poco durilla.
Rape negro a la plancha
El rape negro es una variedad minoritaria del rape caracterizada por la mayor calidad de su carne. Hay que decir que se nota: nos encantó por lo consistente y sabrosa que estaba. Un pescadito delicioso y fresco acompañado de ricas patatas con romero al que no se le puede poner ningún pero.
Postres
Para el toque dulce que nunca puede faltar no nos decidíamos, así que nos animamos con dos postres: por un lado una tarta de queso fresco ecológico pasiego de vacas que no estaba mal (muy rica de sabor, pero nos gusta más la tarta de queso con una textura más cremosa) y un crumble de frutos rojos golosísimo y riquísimo. Eso sí, echamos en falta algún postre con rollo más ‘casero’ o ‘de la abuela’ para redondear el concepto general del local, pero se les perdona.
Y con esto, y un bizcocho, nos despedimos por esta semana, no sin antes animarte a que compartas con nosotros tu experiencia en la Vaquería en los comentarios : )
Con cariño,
Susana y Fabio
Yo estuve comiendo alli hace un par de semana y me parecio muy normalito tirando a malillo, desde luego no desperto en mi ningun recuerdo ni nada por el estilo. La decoracion ese si es espectacular